«Y luché contra el mar toda la noche, desde Homero hasta Joseph Conrad, para llegar a tu rostro desierto y en su arena leer que nada espere, que no espere misterio, que no espere.» Gilberto Owen

domingo, agosto 19, 2007

COSME ÁLVAREZ, Hablando de Tacuba (2003)

El sexto corte del cd "Desde un comienzo", Antología 1988-2003, Volumen 1, de Cosme Álvarez, da la visión de una forma de vida urbana y de uno de los barrios más antiguos y legendarios de la Ciudad de México.

SE REABREN LAS VOTACIONES

En la columna derecha, después de la etiqueta Temas de Poesía en Sinaloa, podrás votar nuevamente en las 5 encuestas.

1. En qué lugar de Sinaloa se escribe mejor poesía?
2. De las generaciones 1918-1949, quién te parece el mejor poeta en Sinaloa?
3. De la generación de 1950, quién te parece el mejor poeta en Sinaloa?
4. De la generación de 1960, quién te parece el mejor poeta en Sinaloa?
5. De las generaciones 1970-1980, quién te parece el mejor poeta en Sinaloa?

En la etiqueta Danos tu punto de vista, se agrega la pregunta En cuál de estos premios literarios participarías?

Aguascalientes
Gilberto Owen
Elías Nandino

Recuerda cómo usar el nuevo sistema de votación:
Para acceder a todas las ventanas, en la parte inferior del recuadro busca la frase "Vota en las otras cuatro encuestas". Se permite un voto por persona cada día.

Durante el primer periodo de votaciones, 97 lectores del Blog opinaron que los tres municipios de Sinaloa donde se escribe mejor poesía son: Ahome-Los Mochis (48.45%), Culiacán (38.14%) y Navolato (6.19%).

De acuerdo con las 41 votaciones recibidas en este apartado, de las generaciones 1918-1949, los poetas más leídos o más conocidos son Jaime Labastida, Norma Bazúa, Lucrecia Rafaela Ezquerra y Sergio Elizondo.

Las siguientes 28 votaciones sitúan a Lourdes Sánchez, Rafael Torres Sánchez, Juan López Cortés y Miguel Ángel Hernández Rubio como los más leídos o los más conocidos de la generación de 1950.

De las 60 votaciones recibidas en el cuarto apartado, los poetas más leídos o más conocidos de la generación de 1960 son Cosme Álvarez, Jesús Ramón Ibarra, Mario Bojórquez y Gilberto Cabanillas.

Entre las generaciones jóvenes, nacidas en las décadas 1970 y 1980, 77 votaciones dicen que los poetas más leídos o más conocidos son Francisco Alcaraz, Óscar Paúl Castro, Leonel Rodríguez, Julio César Félix y Francisco Meza.

EL nuevo ciclo de votaciones quedará abierto desde la publicación de este aviso hasta el 1° de enero de 2008.

AVISO REVISITADO

El sistema de votaciones con que cuenta esta página es manejado por un robot, el cual ha sido programado para borrar los votos no válidos de algún usuario.

Si usted o alguien oprime dos veces o más el botón de "Votar", el supuesto voto se registra durante unas horas, y la cifra incluso aparece en los resultados, pero en el momento en que trabaja el robot, todo voto doble, triple o mayor es anulado. Es importante aclarar que su voto de primera intención permanece.

Ejemplo: Si usted vota por Fulanito Menagno dos o veinte veces, el robot sólo registra un voto, y a partir de cierta hora fija en el tablero los votos reales.

A usted y a todos los usuarios se les invita a emitir un solo voto cada día. Aun cuando se esfuercen en oprimir una y otra vez el botón de "Votar" en un mismo día, el robot anualará los clones.

Otra aclaración pertinente. Se ha programado al robot para que el promotor de esta página no pueda votar en las encuestas. No sería honesto.

martes, agosto 14, 2007

Bautismo en la sombra


LEONEL RODRÍGUEZ

Lucía desnuda se acerca de frente. Miro la piel morena arropada en la penumbra de la estancia. Lucía desnuda se acerca. Miro su vientre, la novedad concreta y oscura de los pezones, miro el ombligo sombreado y la resolución del río de la piel en la carne viva del sexo. Miro el inicio de los muslos. El grosor que toman al rodear la altura del pubis como un nido.

Lucía se mueve: sube una rodilla, luego la otra; está hincada sobre los cojines del sillón, su olor más cerca de mi rostro. Se oye el crujir de las telas y costuras del mueble. Sin pensarlo, mis manos se posan en las corvas de sus rodillas y acarician. Los pechos tocan mi frente, hacen que entrecierre los ojos. Frescos. Ella se recarga en el respaldo, sus brazos la sostienen, toda su piel se sumerge en mi pecho y en el rostro: los senos que se ensanchan, la epidermis suave del vientre contra mis tetillas. Sobre mi estómago, lo tibio y la aspereza del contacto del vello que rodea sus otros labios.

Mis manos se abren y se amoldan a la parte trasera de sus muslos, mis manos se abren más al subir y obedecer el contorno de este cuerpo. Suben despacio y regresan, se detienen siempre un momento en las corvas. Mis manos suben por la redondez de los muslos; una mano quieta, la otra se mueve, ambas se mueven, una sube y la otra tornea la curva hacia dentro. Su cuerpo se acerca —se aleja —se acerca y veo cómo se tensa y tiende la carne de sus piernas con el movimiento. Una especie de ternura vocifera desde sus caderas; la tomo en su regreso y lo desnudo de mi rostro en la frescura de su cuerpo.

En mi boca brotan los sabores de palabras mudas y de olores.

Beso su curva: cintura y cadera; palpo con labios, lengua. Muerdo cuando el sabor me satura. Tomo y muerdo para sentir su presencia; muerdo la cadera para hundirme, sostengo mi cuerpo con las manos en su espalda; llego con la boca abierta al vientre, las manos apresan los muslos pero suben, rozan las nalgas para mover su cuerpo: acercan y estrujan (crujen los entresijos del sillón que nos sostiene) —me quedo quieto… mi cara explora la piel más clara del bajo vientre, los vellos de su vulva dejan parte de su aroma en la piel de mi barbilla. Me muevo apenas: las manos suben hasta las nalgas y las alzan, las sostienen, levantándolas, para soltarlas. Bajan, repiten la caricia.

Lucía se mueve en su silencio, se recuesta sobre mi regazo. Ahora su espalda está a disposición de mi mano izquierda; sus nalgas y sus piernas, de la derecha. Su rostro recostado sobre la tela del sillón, mira. Miro su cuerpo: alcanzo la redondez de las pantorrillas y hago presión sobre su músculo. Así subo. La línea de sombra y carne que se dibuja entre sus nalgas me llama. Las rozo apenas con la yema de mis dedos, sigo el camino de esa hendidura, su cuerpo se reacomoda. No palpo con dureza, su piel recibe el tacto como tembloroso de tan lento. Así un tiempo. Así, hasta que ella se pone de pie y sin palabras hace que me siente a la orilla del cojín; su cuerpo me ha dado la espalda: se sostiene del respaldo de una silla y arquea su cuerpo para ofrecer su grupa que llena la mirada. Mi cuerpo se tambalea. Acerco mi cara a sus nalgas y comienzo a besarlas, tan suavemente como con las manos, éstas se agarran de las caderas: muevo su cuerpo de lado a lado con cadencia lenta. De tanto en tanto, hago que se detenga. Pero mi boca no se detiene: ya no beso, como, y me acerco a la hendidura entre sus nalgas. Con las manos las separo y me hundo, lanzo el primer chasquido de los labios al contacto con su piel caliente; la lengua lame la lisura y la rugosidad blanda de sus pliegues, dibuja, golpea con su fuerza pequeña, prueba y se satura del sabor.

Así un tiempo. Entonces el viento abre la cortina, entra la luz y se disipan las sombras.