«Y luché contra el mar toda la noche,
desde Homero hasta Joseph Conrad,
para llegar a tu rostro desierto
y en su arena leer que nada espere,
que no espere misterio, que no espere.» Gilberto Owen
jueves, marzo 27, 2008
Poemas
ÓSCAR PAÚL CASTRO
HOTEL SANS-SOUCI
Aquí el alba es innombrable.
Para llegar aquí caminamos día y noche bajo los rayos del sol:
los espejismos nos llenaron los labios de arena.
Ahora sólo queda una hemiplejía de sombras
y costumbres,
el ave que creyó que podría volar mejor en el vacío:
el desengaño.
Inventar sueños en el insomnio:
un Café imposible, una moneda
cayendo lentamente en una máquina
que reproduce los mecanismos de la eternidad,
y aquella voz como agua oscura
–some day you’ll miss me honey–
que tocamos con la punta de un dedo milenario.
Sin embargo el silencio.
Náufrago de sombras,
el desierto prolonga su blancura:
a tin soldier on the counterpane. No.
Más bien un soldadito de plástico bajo una lámpara
-un juego cruel-.
El largo camino de la cama al sueño,
donde una mujer desnuda
que le abre las piernas a la noche
es la imaginación de la locura.
Levantarse en mitad de este cuarto interminable
que se está cerrando,
llenar el lavamanos hasta el borde
y hundirme en sus aguas,
donde escucho mi corazón
-como una gota cayendo
en un plato abandonado y sucio-
en una casa donde ya no habita nadie.
SOMBRA
La
luz
esconde
mi cuerpo
Soy
de la
misma
sustancia
de la noche
Nadie
puede seguirme
SOMBRA
ENTRE DOS RELÁMPAGOS
Avanzo La Noche
sombra entre las sombras luz que esculpe
el abismo y esconde un cuerpo
la noche se ilumina mi cuerpo frente a otro
porque arde Soy Relámpago
y se congrega el silencio de la sangre
en una misma sustancia del abismo
palabra de la noche sin cuerpo
que no pronuncia Nadie
Nadie existe
Nadie
puede seguirme
PREPARA EL FUEGO
Prepara el fuego
Anuncia tu desaparición
Aprende
el oficio del relámpago
Todo
comienza con una palabra:
Cualquier barca es suficiente para el naufragio
La soledad
es el reino
La noche
te ayuda a no retroceder en la blancura
Si duermes
No despertarás nunca
Si tienes los ojos abiertos
Escucha
Todo cambia
Rompe
todos los espejos
Mira
Todo es reflejo
Que tu rostro sea el rostro de la llama
en el viento
Y el silencio sea el relámpago
que anuncia
Haz de la soledad
el reino
Ala diestra el día
y
la noche siniestra
Escucha
Silencio
Silencio
El verdadero oficio es el silencio
La noche ilumina Oscurece la blancura
Aprende el oficio del relámpago
OFICIO DE TINIEBLAS
Para Claudia
El amor solo
frente a un cuerpo pero solo,
torre que en silencio se destroza
contra el muro ciego de la noche,
un corazón como una piedra viva entre derrumbes,
como un sueño recordado
que era hermoso en el olvido:
un temblor apenas de su sangre.
Cierro lo ojos:
te ilumina un relámpago,
y una palabra como un trueno
-testimonio de la luz
que ya se ha ido- se levanta.
La noche marchita flores en mitad del sueño,
y el corazón ya es un grito,
una oración desesperada en el silencio:
la vida,
un oficio de tinieblas.
EPÍSTOLA PARA UNA GAVIOTA
QUE CRUZÓ EL CIELO VACÍO
No me preocupo por ti, Amor, no me importas
y rara vez te pienso,
sé que no me amas y he aprendido a olvidarte lentamente,
día a día: las horas son lentas y los años breves.
En las noches, mientras me juego la vida en una palabra,
sé que estoy solo,
y que nuestro encuentro –desde antes era necesario-
no podía ser de otra manera:
que tú y yo nos encontráramos
solamente para desencontrarnos
y yo supiera lo que era no tenerte.
Ya te lo dije, nuestro amor fue una mariposa muerta
en un cielo de palabras.
Pero, ni la mejor mentira, Amor, es la verdad, y no te olvido.
Y si estoy solo, no es porque este sin ti;
y estoy triste, es cierto, pero siempre estoy triste.
Y si me dueles,
me dueles como a veces me duele el viento,
y tu recuerdo es algo así como una nausea
o una tristeza nublada.
Me importas lo suficientemente poco para seguirte amando
y para que el olvido sea innecesario.
No voy a buscarte.
Y si te quiero, es que la sangre me llama a quererte.
Y como a veces, Amor, se nos entrega
una palabra o un sueño que nos estaban destinados,
si es verdad que hay encuentros que son inevitables:
Así sea.
NO EL QUE FUI COMO EN UN SUEÑO
No el que fui. Como en un sueño
sufre aquél que seré.
Ese que llora en una esquina futura
el sueño perdido que aún no sueño,
el amor de una mujer que otro –no yo, ni él-
reconocerá en un instante cualquiera
sólo para que ese hombre lejano
sufra de esa ausencia.
Avanzamos –cada vez el mismo rostro
más lejos de sí mismo-
y la verdad no es otra cosa
que ese sueño olvidado y perseguido
que ese hombre –siempre otro- sigue soñando
con los mismos ojos abiertos
que ahora cierro.
Y aquél sufre, aún sin ser,
bajo un sol y un viento precisos,
lo que estoy siendo en este instante.
Porque el futuro sólo es el recuerdo
de este instante: espejo remoto
donde alguien despierta en mitad del olvido.
Esta es la verdad presentida
aunque mientan todas las verdades.
Y aquél hombre recuerda y desprecia
la esquina que doblaré para encontrarnos:
como a un amigo que nos cansa
y a veces –no sin amor- nos es desagradable.
NO ES LA SANGRE
Para Viridiana
No es la sangre sino el tiempo
lo que calla aquí y termina.
Entonces, solos, frente a un muro
―que es un espejo y una sombra-
desandar el camino.
Nada nos queda, salvo una palabra.
Una palabra como un hilo para volver
cuando el amor convierte la noche
en laberinto.
Una palabra que puedas pronunciar
en silencio y vencido
y su eco sea tu nombre.
Una palabra para soñar en mitad del día
y que pueda convocar, en mitad de la noche,
todos los rostros del olvido.
Una palabra para poder cerrar los ojos
―solos, frente a un muro
que es una sombra y un espejo-
y seguir adelante
cuando sea la sangre y no el tiempo
lo que calle aquí y termine.
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