(Poética de un crimen)
ELMAN TREVIZO HIGUERA
NOCHE BRAILLE
Heme aquí.
Levantando el mentón para entonar el canto de los desvalidos y los criminales.
Ostentando el pebetero que pone al rojo vivo la piedra de la estupidez y la locura.
Poniendo los puntos sobre las íes,
en la tipografía de un relampagueante corazón insano, e idiota.
Con esa demente manía de escribir en los brazos tatuados de la niebla, me palpo.
Sí. Estoy aquí.
Mi aroma evidencia el polvo vacío de mis ojos, también…
Abrupto, sin poner preludios,
entro al absurdo de los malabares inconclusos en una calle de tránsito doble.
Circulo por el universo exento de la mala ortografía de las sirenas,
y convoco al analfabeta inbierno que estúpidamente escribe
sobre el vaho que despiden los hocicos y las bocas.
Heme aquí.
En contra de sus bestias entrando a la noche. Restituyendo el toque de queda.
Torpe estirándome al naufragio y relieve de las avenidas.
Bostezando yo. Bostezando el viento.
Con el puño cerrado golpeando puertas,
aldabones mutilados.
Escuchando cerrojos que se cierran con un detestable chirriar de una mano diestra.
Escuchando la música: salmodia eléctrica de monos evolutivos, que somos.
La noche es el nirvana de las prostitutas,
el fuelle que le da aliento a la hoguera,
el tronco de humo que disipa la fatiga del deseo.
Es el lugar donde el criminal atraviesa el oprobio de la oscuridad,
aprendiendo a morir junto con el número impreciso de sus víctimas.
Recordando el conmocionado y amarillento guarismo que nos atraviesa cada madrugada,
cuando un vocero, montado en un monociclo, lanza el periódico a la puerta de la casa,
cual si de un mensajero de la realeza se tratara.
Los periódicos ni de broma lo dicen,
pero más vidas que un gato tiene el criminal,
y siempre cae parado remordiendo un maullido certero de hombre.
Con sus venas eclípticas da vuelta en cada esquina,
jugándose como un tahúr no sólo la vida propia,
sino las de sus mártires en sentido contrario,
cual un emblema parecido a la cuerda de Ariadna,
sin querer soltarla siquiera cuando duerme y babea.
El asesino balbucea nombres inconclusos, como la prolongación de un remordimiento.
Está aquí, en esta noche braille, la que en sus grabados lee lejanías y recuentos,
la que con los ojos cerrados vive aniquilando los sentidos con su tacto.
Esa,
esa misma noche,
como una maloliente cloaca pudriéndolo todo está aquí.
Con su ojo perverso para los propios fantasmas
que se desinflan con el taconeo de las lupaneras,
con el deseo que sigue girando de mil maneras como un trompo infantil,
con inocencias centrifugas.
Heme aquí.
Con el mentón levantado y un espacio vacío:
Buscando de casa en casa,
de habitación en habitación al asesino.
Tirando puertas de una ciudad en ruinas.
Colgando en los garfios de mi alma un escalofrío.
Sosteniéndome aún por mi pellejo: este aparatoso traje de la supervivencia,
esta piel que es búcaro de la muerte.
Es la flor cercana a los huesos y al corazón.
Es un lugar propicio para sentir un crimen;
y de vez en cuando cometerlo con piel de gallina.
Repitiendo. Repitiendo lo irrepetible de mis actos, estoy, repitiendo, repitiendo, estoy.
Inventando una familia y una fiel mascota: la aparente realidad de la vida.
Inventando que por todos los vericuetos busco al criminal; al asesino ciego.
Inventando, que como un caballo desbocado, me busco a mí, en plena carrera.
Cuadro I: ENTRA EL ASESINO
No miro lo que he avanzado en la quietud de mi llegada.
Cubierto estoy del itinerario de lo novedoso.
Parpadeo.
Hermosa es la ciudad donde los que hablan no ven y los que ven dejan de hablar.
La más feliz de las razones de la macilenta noche
es que los ciegos siguen viendo al rojo sol herido por su luz contradictoria
y diario dejan de enfrentarse al raciocinio de los sueños y las esperanzas
(no hay nada nuevo bajo el sol de los ciegos. Sólo escupitajos de tacto volcánico
y erupciones espurias de tragedias narradas con la piel).
Veo en el espejo reflejo de nada (un extranjero).
Me recreo,
olvido esta fortificada historia del exilio:
la ceguera.
No hay cascadas de sombras donde no se cruce el agua que traigo resumida en mí.
No olvido que agua y polvo hacen el barro que no cabe en mis ojos.
No recuerdo nada que no sea irse-volver-volver-irse-irse-volver. Irse.
CUADRO II: SE PRESENTA
Soy el hilo de un papalote que juega con un niño.
Aeronáutico ser que se desinfla
cual muñeca que me hace el amor todos los días.
La salvación me va quedando lejos
como aquella montaña que ni un centímetro mueve a la fe,
Soy aquel que le da cuerda a un santo que la espalda no se alcanza.
Cierro los templos
(hombre seguro),
espero que el creador venga a quitarle los cerrojos:
las vendas del milagro.
Una monja con manos de agua frotando mis pecados necesito
dejar de ser profano y aligerar mi parecido idéntico a un viejo mausoleo
declarado patrimonio de la inmunidad.
Entrar al engranaje de leyes y símbolos merezco
trilladora de cerebros en trance hipnótico.
Porque así,
como estoy,
-con la mano en el sexo de una prostituta que bendice mi miembro cada noche- aunque no lo crean,
la salvación me va quedando
lejos.
Cuadro III: El NARRADOR PRETENDE UNA DESCRIPCIÓN DEL ASESINO
El loco canta para juntar una jungla de palabras parecidas en su inicio.
Recorre las esquinas donde ayer fueron cometidos crímenes sangrientos,
tensa las cuerdas de una guitarra de aire imaginario
y escribe un mensaje recortando las letras de una leyenda de agua que viene desde el mar.
El loco encuentra una ambigua respuesta al vacío que lo absorbe sin haber pregunta
escucha el sonoro erosionar de un escalofrío
la señal del habitante de un parque nocturno.
El loco sabe diferenciar a una noche propicia para el rapto
de una noche para nada propicia.
El loco conoce un motivo para contarse en silencio una historia que todos ignoran,
sabe pensar en el Alba, en la Bóveda de la noche, en las Constelaciones
en el ABC tumultuoso y forzado que se abre
desterrado
en un paraje cubierto de bruma.
El loco escribe un poema que aún no tiene título * (y nunca lo tendrá).
El loco
irónica caligráficamente
reinventa su oficio.
Cuadro IV: POEMA SIN TÍTULO QUE EL ASESINO ESCRIBIÓ Y EL NARRADOR DE MEMORIA NOS LO DICE, ESPERANDO QUE NO LE FALLE ÉSTA *
No puedo vendarme los ojos y encontrar mi lazarillo como por arte de magia.
Me basta con hacer un quimérico y exhaustivo inventario de lo real
(las primeras entradas siempre serán las primeras salidas)
y escribir con zumo de limón el nombre de ella
fingiendo que el fuego la conoce y la descifra.
Me basta con escuchar a la luz matutina entrando por el patio trasero de mi casa
danzando suave como una gitana de Antrim.
En verdad es un oficio el ser ciego,
el vivir suponiendo que el mundo empieza ahí: en la punta de la sombra,
en el final del fuego que sobre el zumo de limón surte su efecto
descubriendo el vago taconeo
el cuerpo de ella: mi víctima cruzando la acera.
No puedo vendarme los ojos
porque Dios (el lazarillo de todos los ciegos o el ciego de todos nosotros, sus lazarillos)
me regaló un firme espejo pintado de negro y una ventana con paisajes mudos,
brújulas imperfectas en una isla táctil.
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Elman Trevizo Higuera. Nació en Los Mochis, Sinaloa en 1981, pero ha pasado la mayor parte de su vida en Chihuahua. Actualmente radica en el D.F.
Asistió al Taller de Novela en MTY dirigido por Mario Bellatin; al Diplomado Nacional de Estudios de Dramaturgia; al Diplomado en Creación Literaria de la SOGEM. Ha recibido algunos premios literarios como el Punto de Partida en Poesía, Cuento Semanario de Juárez, la Mención de honor en el Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera, y el Primer Lugar en los Juegos Florales de SLP. Fue beneficiado en los Proyectos Artísticos del IMJUVENTUD en el área de dramaturgia. Obtuvo la Beca David Alfaro Siqueiros. Ha publicado en algunas revistas de México, Venezuela, España y E.U.
Ha publicado en los libros Monólogos sin Eco, Los muertos no tienen memoria, Un orbe más ancho: 40 poetas jóvenes, y en los Juegos Florales 2006. Ha asistido a diversos encuentros y lecturas, entre ellos a tres Encuentros de Tierra Adentro y al Ciclo “Nuevas Voces de la Literatura Mexicana” del INBA. Ha sido editor de la revista literaria Clepsidra (CONACULTA-ICHICULT). Fue mencionado entre los 100 escritores mexicanos menores de 31 años en la lista de la Revista Día Siete.