I
puerta
piedra bruta
polvo
asciende
no hay
ninguna parte
II
no da
no muestra cómo
no dice dónde el río
huelo la brisa y la humedad se siente negra
inventa los peces
pregúntales su forma
III
boca de ríos
la hierba crece
y un árbol
rojo
que no se mira
IV
repite el fuego
repite tóxica la sombra bajo brazos
si logras llegar al árbol
no se ve lo rojo
pero lo rojo
sigue ahí
V
había
sobre los techos
verde
una mujer
de ojos
la vi repetirse en la pantalla
la vi tendida contra el mundo de un retrovisor
la vi bola de estambre en el juego de la noche
vestida de rojo rodar por los techos
su cuerpo era
de cristal
y ella
no estaba detrás
cuando las piedras
«Y luché contra el mar toda la noche,
desde Homero hasta Joseph Conrad,
para llegar a tu rostro desierto
y en su arena leer que nada espere,
que no espere misterio, que no espere.» Gilberto Owen
viernes, marzo 30, 2007
domingo, marzo 25, 2007
SOBRE POESÍA
Leonel Rodríguez
En los últimos días ha surgido en el ambiente cultural de Los Mochis la pregunta de para qué sirve la poesía, cuál es su utilidad, si tiene alguna, en el momento que vivimos. Como interesado del tema y aprovechando el espacio que se me ofrece, me dispongo a dar mi punto de vista. De inicio debemos aclarar que la poesía no sirve, ni se pretende que sirva, para ganar dinero. De igual manera, la poesía no es un producto fabricado en serie ni un artículo que dé cabida a sentimientos de superioridad con respecto al hombre vecino. La poesía no es fragmentación, división ni ceguera.
La poesía escrita es un lenguaje que busca preguntas acerca de lo que está vivo y nos es más íntimo... A su vez, estas interrogaciones brotan de la vida misma, del hombre que ha despertado vitalmente. Al actuar así, la poesía descubre, a veces en modos imperceptibles de inmediato, el sitio que cubrimos en el mundo. El acto de dudar, de inquirir sobre lo misterioso, sobre los astros, sobre el inconsciente, es la manera verdaderamente real que tenemos los hombres de cobrar cabal sentido de nuestra posición y nuestros intereses. La vida es una fuerza inexpresable si no se actúa haciendo uso de la imaginación y la lucidez.
El hoy, el momento fugaz que vivimos, que podemos percibir como inabarcable, encuentra su razón de ser en el eterno presente del arte y particularmente en el orden que dibuja la poesía. Los poetas no buscan la evasión del mundo: quieren cambiar al hombre desde el hombre; el mundo no es más que una multitud de hombres en desorden.
Los poetas trabajan con el lenguaje; viven en él y le dan forma. Es en la poesía que se lee lo robusto de la lengua o su gradual empobrecimiento. La memoria de lo que fuimos, el saber de lo que somos esencialmente, está contenido en los mejores poemas: La tierra baldía de Eliot, La estación violenta de Paz, la obra de Novalis, la poesía clásica china, entre algunos otros, son todos ellos testimonio de la historia del hombre. Los arqueólogos creen descubrir las ruinas de los muros de Troya y a partir de este hecho levantan teorías, escriben historias acerca de la humanidad de otro tiempo: en realidad dan cuerpo, hoy, al sueño del poeta ciego Homero. El hombre triunfa con el lenguaje y las palabras formadoras de poemas que habitan su cerebro dando claridad a su rostro, a su ser: a su amor y su muerte. Si entendemos que la poesía, que se expresa verbalmente a través de los poemas, ofrece esta limpieza de mirada y entendimiento ¾junto al placer que implica descubrir esto¾ y con ello la definición de identidad: claridad de miras; acordaremos en que la poesía tiene una función que muy bien cabe en estos días.
Asentar públicamente una respuesta a la pregunta acerca de la utilidad de la poesía, que en cualquier caso tiene carácter estrictamente personal, es útil en el sentido de que puede propiciar una conversación entre los interesados en el tema ¾se hace la invitación desde ya: sería deseable ver en tinta los nombres de los poetas locales probándose en este ejercicio de crítica.
leonelrs@hotmail.com
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TU PIEL PACIENTE
de Leonel Rodríguez Santamaría
COSME ÁLVAREZ
El surgimiento de nuevos —y ya demasiados— escritores de poemas en nuestro país ha hecho cada vez más sinuoso el camino para los verdaderos poetas. En la mayoría de los casos, nos topamos con meros articuladores de prosa (de mala prosa, además) dispuesta escalonadamente «al modo de un poema». Como si esto no fuera suficiente, la profusión de libros insignificantes para el arte y para la poesía se multiplican escandalosamente por obra de un mero ejercicio burocrático provinente de las insufribles instituciones culturales que operan en casi todos los estados de la república, dispuestas a respaldar el itinerario pueril de sus agremiados por las dependencias gubernamentales pero no a la obra de arte.
Tu piel paciente, de Leonel Rodríguez Santamaría, aparece como uno de esos raros ejemplares escritos por un poeta, que si bien no ha hallado su voz definitiva, al menos se encuentra en la búsqueda del impulso que lo lleve a dar un verdadero salto creador hacia la más honda expresión del silencio que lo rodea. El poema que abre el libro, en la sección «Imagen y líneas», se anuncia a sí mismo como representación de esa búsqueda.
Este primer libro de Rodríguez Santamaría, breve, austero, en general consistente, es un río en crecida y sin duda tendrá derivaciones dentro de la geografía sinaloense, de donde surge. Con ecos de Walt Whitman y Li Po, entre los sonidos de una escritura que ensaya numerosas tradiciones poéticas, y sobrias resonancias de Eliot y de Villaurrutia, el estilo de Leonel Rodríguez —lector de Baudelaire y de Rilke, admirador de la poesía primitiva y de prosa de Lawrence Durrell— llega a ser por momentos el de un incendiario de la forma, como en el audaz poema «Haikú desbordado».
La mujer, el mar, el erotismo, los recuerdos; la calle como escenario de los sueños, la imagen de la experiencia que espera ser vivida, la realidad estallando en pedazos más allá de la vigilia, la poesía misma, temas recurrentes con los que Leonel Rodríguez se abre paso entre la maleza: «Un poema: una cara nunca vista /reencontrada para siempre». El arco del poeta está tenso, su poesía nos conmueve hondamente como una flecha en la oscuridad.
Micrós, d.f.
20 de diciembre de 2003
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